Sunday, June 29, 2008
Ruisánchez: Nada cruel

Este sábado, 5 de julio, en el Fondo de Cultura Económica en Querétaro se presentará la nueva novela de José Ramón Ruisánchez, Nada cruel. Compartirían la mesa Alexia Lefebvre, Adrián Espinosa, el autor y un servidor.
Sobre el autor: "José Ramón Ruisánchez (México DF, 1971) se dedica de tiempo completo a las letras: en la Universidad Iberoamericana, donde investiga y da clases, y haciendo crítica y divulgación en diversos medios, como el programa de televisión Entrelíneas. En su narrativa impera siempre la imaginación ética. Ésta es su quinta novela."
Tuesday, June 24, 2008
Elizondo: Cuadernos de escritura (enero - junio)
Será una manía personal, tal vez un perverso voyeurismo, pero me encantan los diarios personales. No los propios, desde luego, que son demasiado personales y vergonzosos, pero sí de otras personas. Y sobre todo si en ellas puedo hallar el fugaz relámpago de una idea o la clave para descifrar un texto, diálogo, narración o discurso.
Conocí a Salvador Elizondo por primera vez cuando escribía mi tesis de maestría. Russ Cluff, amigo y mentor de BYU, me había señalado una carencia en la bibliografía crítica respecto a sus cuentos. Casi no había quien se dignara de escribir sobre ellos. Todos se dedicaban a disecar y examinar Farabeuf, pero sólo unos cuantos iniciados se habían adentrado en su prosa corta. Leyendo Narda o el verano (1964), El retrato de Zoe y otras mentiras (1968) y El grafógrafo (1972), me sentí seducido por el refinado estilo e inteligencia de estos cuentos y decidí enmendar esta injusticia. Ese año hice mi primer viaje extenso a México y propuse conocerlo en persona. Localicé su dirección, pedí audiencia y pasamos unas horas platicando en su patio. Me reveló sus manías consuetudinarias – Joyce, sobre todo – y al poco rato me mencionó sus cuadernos. Para entonces ya tenía 70 años, pero aparentaba más y hablaba de morir de u día para otro. Lo único que le interesaba, me dijo, era escribir en sus cuadernos. Pero no pensaba publicarlos sino hasta 50 años después de su muerte para no ofender a los ahí nombrados. Así que se pueden imaginar mi sorpresa cuando Paulina Lavista, su mujer, anunció en Letras Libres que se estaban preparando para publicarse. Según ella, Salvador decidió compartirlos con sus lectores antes de morir. A partir de enero 2008, entonces, sus lectores nos hemos disfrutado observando el desarrollo artístico del Grafógrafo.
Enero: http://www.letraslibres.com/index.php?art=12608
Febrero: http://www.letraslibres.com/index.php?art=12673
Marzo: http://www.letraslibres.com/index.php?art=12758
Abril: http://www.letraslibres.com/index.php?art=12828
Mayo: http://www.letraslibres.com/index.php?art=12900
Junio: http://www.letraslibres.com/index.php?art=12979
Villoro: Guerra y computadoras
Y el comentario final es devastador: "El miércoles, el general a cargo de los operativos en Sinaloa dijo que sufrió bajas porque se le acabó el parque. Mientras el Ejército y el gobierno operan con la lógica que llevó a la derrota de Churubusco en agosto de 1847, el enemigo lleva un siglo de ventaja." ¿A poco tan poco ha cambiado en 151 años?
http://www.lapaginadebetobuzali.com/mails/03JUNIO2008/03JUNIOVILLORO.htm
Volpi: El compromiso del novelista
http://www.lapaginadebetobuzali.com/mails/03JUNIO2008/03JUNIORECOMIENDO04.htm
Pesimismo
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Soy un ilustrado pesimista. Soy, por así decirlo, un ilustrado que ha aprendido la lección de Hobbes, de De Maistre, de Maquiavelo y de Marx. Me parece, además, que la postura pesimista se adecua más al hombre ilustrado que la postura optimista. El optimismo siempre implica ciertas dosis de entusiasmo, y el hombre ilustrado no debería ser entusiasta. Y son también los optimistas los que creen que la historia es efectivamente un drama, pero un drama con final feliz. Solo sé que la historia es un drama, pero no sé, porque no puedo saberlo, que es un drama con final feliz. Los optimistas son los otros, los que son como Gabriel Péri, que muriendo gloriosamente dejó escrito: “Prepararé dentro de poco los mañanas que cantan”. Los mañanas han llegado, pero los cánticos no los hemos escuchado. Y cuando miro a mi alrededor, no oigo cánticos sino rugidos.
No querría que esta declaración de pesimismo se entendiera como un gesto de renuncia. Es un acto de sana austeridad tras tantas orgías de optimismo, un prudente rechazo a participar en el banquete de los retóricos siempre festivos. Es un acto de saciedad, más que de disgusto. Y, además, el pesimismo no refrena la laboriosidad, sino que la encamina y dirige mejor a su objetivo. Entre el optimista cuya máxima es: “No hagas nada, ya verás como todo se arregla” y el pesimista que replica: “Haz lo que tengas que hacer, aunque las cosas vayan de mal en peor”, prefiero al segundo. […] No digo que los optimistas sean siempre fatuos, pero los fatuos son siempre optimistas. No logro separar en mi mente la ciega confianza en la providencia histórica o teológica de la vanidad de quien cree que es el centro del mundo y que todo sucede por indicación suya. Respeto y aprecio, en cambio, al que actúa bien sin pedir garantías de que el mundo mejore y sin esperar, no digo premios, sino ni siquiera confirmaciones. Solo el buen pesimista está en condiciones de actuar con la mente despejada, con la voluntad decidida, con sentimiento de humildad y plena entrega a su deber.